Repetición. Como un pulso. Constante, igual, indetenible hasta que. Encontrarme una y otra vez en el laberinto de espejos. Reflejo. Aunque en verdad, opacidad. La mujer detrás del marco, es otra. Apenas unos rasgos, imágenes deformadas de mí hasta creer en el extremo. Sí, de alguna forma, así podría haber sido, pero no, no me dejé llevar tanto. No soy ella, no es yo, y eso mismo es el horror.Repetición. La imagen como una diapositiva una y otra vez, regresando. Cambiar y regresar. Práctica de una misma escena una y otra vez, apenas retocando el escenario que no importaba, y la actriz, que daba igual. Todo daba igual. Espectadora y actriz, y lejana. Una y muchas. Todas, para hacer ninguna y a la vez, yo misma. Ellas como yo, yo como ellas. A veces, tendía a creer en la verdad de todo aquello. Como si en el fondo, claro… allí estaba toda la cuestión. En el fondo ocurrían todos los temores con total naturalidad, lejos de mí, metiéndose.
¿Y que pregunta podía hacer yo si todo se mostraba tan certero, tan falaz que daba igual? Pero no daba igual. Por cada una, por cada espejo, algo de mí muriendo, quedándose indefectiblemente atrapada y asfixiada.
Lejos, y llorando, nada ocurre. Nada salvo de mí. A mi propio desconsuelo me entrego como defendiéndome, como si algo. Solo vaciamiento, y el agua escurriéndome en tus manos, imposible de permanecer, deslizándome hasta ya no ser.
