Silencio


Todas las palabras se han ido. Solo queda el vacío, abismo incalculable, incurable herida que me encierra. Ahora no hay laberinto infinito que atravesar, ni árboles creciendo y otoñando. Vacío exilio. Protesté, Maga, por semejante quita, pero no es suficiente para curar. Todo parece amanecer en niebla y tiemblo de este nuevo frío, de esta soledad tiritante que empieza a calarse nuevamente en los huesos. Ya no hay cura posible, solo este convivir con el perfecto destierro de tu voz, de tu palabra, de lo único que tengo, lo único que puedo tener. Y ya es pasado. Desmemoria de recuerdos. Y Maga voy, mar adentro, a perderme de mi, a quitarme la piel de estas palabras que ya faltan, marchitas ilusiones.
Hastío de mundo.




manejando por la ruta alguna noche, sin mirar atrás... - Fito Paez

Rojo Sueño


Los días parecían gotas llenando un mar inacabable, jamás rebalsado, imposible de abarcar. La distancia se iba haciendo cada vez mayor. Estábamos lejos, eso era concreto. Miles de kilómetros, y días y algo más. Por momentos la nebulosa de recuerdos y deseos y el mar de ansiedad. Por momentos el desierto árido y rocoso, el viento quemante y la piel lacerada. Días abismo, días no días.
Me hablabas a la cara pero yo no podía mirarte. Me hablabas a la desnudez, al despojo de mi sol y luna, a la ceniza. Solo un cerrar de ojos, protección de párpados. Hacia el horizonte podía ver las palabras, como gaviotas desorientadas, chocándose entre si, buscando un rumbo. Entendía. Como siempre todo entendía. No era mi tema, ni mi incumbencia. No podía sentir dolor, ni nada, porque nada tenía yo que ver. Eso era todo. Nada que ver.
Los ojos nublados me cerraron a la oscuridad. El hoyo negro que no explicaba y que no debía preguntar tampoco. Y yo esquivándolo a pesar de tenerlo como un punto fijo en el mismo centro de donde quiera que viera. Inevitable, horriblemente inadmisible, entre mis ojos. Chupándome hacia su oscuro. Apagándome.
Entonces, me tendiste claridad. Reverdeciendo en el silencio, apareció tu palabra. Tu mirada me fue dibujando, haciéndome, y pude verte. El reposo de tus manos en mi cara, en el pelo, tu voz mordiendo, el susurro tibio, lento y el sosiego que empezó en mi cuello. Me desarmé en tu abrazo y rebroté. Me arrullaste capullo, cuidándome. Cada imagen, cada cosa, cada horrible herida fue quedando atrás. Inexistiendo como al remoto día, olvidando. Amnesia del dolor y alba.
Hasta hoy, que me he encontrado con estas cartas, letras de rojo amor primero, de días felices en el inicio y me he enterado que el olvido se ha llevado casi todo hasta el carmín mismo y he sentido la transparencia fina de las pieles, los cuerpos como llovidos, como nuevos seres a puntos de nacer. Vacío y despojo. Silencio y todo por venir, aún todo por venir.
Porvenir, distinta felicidad que anticipo al despertar y sueño. Rojo sueño.